Cartas en el Equipaje
Cuando
vives para escribir es difícil imaginar que tus propios dedos te puedan
traicionar. Veremos qué tal nos va.
Tenemos
compartimentos en el alma. Un rico muestrario de baúles, alforjas, y lujosas maletas de Louis Vuitton, Prada e
incluso, deshilachados petates. Unos dignos de cargar, otros esconden
vergüenzas. Un par de ellas almacenan miedos cuidadosamente doblados y en el
bolso de mano llevamos los terrores más oscuros. Entre el clínex y el
paracetamol. Ocultando lo más valioso a la vista de todos y detrás de nosotros
mismos.
Filosofamos,
divagamos y opinamos de la vida. Jugando a saber y simulando indiferencia ante
el barullo de interferencias que nublan decisiones. ¡Y qué vemos! Tan solo la
larga distancia entre lo que queremos ver y lo que en verdad hay frente a
nosotros. Tan solo eso, simple y llanamente.
En una
línea recta, delgada y suave. Bañada en grasa y jabón. Un camino con vientos
huracanados y mortales trampas en una escalada atemporal de autodesafío. Creer en
los sueños, en las oportunidades, las variantes y las decisiones correctas.
Ensoñaciones traducidas en caminos sin
meta, sin final. Porque se puede estar perdido y luego, también puedes perderte.
Así,
caminar es colocar un pie delante del otro sin saber a dónde vas. En mi mano
derecha el esfuerzo diario por resurgir, rescatando todo cuánto quedó en los
rescoldos. La teoría de la supervivencia y el Ave Fénix. En la izquierda las
certezas, las pruebas, los fracasos traducidos en tiempo consumido, la
decadencia, la autocompasión, la pérdida y la pena. Un peso descompensado. ¿Miedo?
no. mucho peor. La negación del pánico. El autoengaño. La cobra que danza para
sí misma.
Yo me
engaño, tú te engañas y él se engaña, entonces… ¿nos engañamos? Evidentemente. Entre
todos. Jugamos al ajedrez cuando la
propuesta desde arriba fue “la ruleta rusa”.
De
nuevo no vienes. De nuevo no soy capaz de mantenerte a salvo. Vivo. Toca esperar y seguir esperando. Me toca
apagar mis necesidades golpeando teclas en lugar de acariciar tu rostro y oler
tu cabello. Mi mano izquierda.
Imaginar
tu nombre o escuchar tus sueños. Diseñar un mundo mejor para cuando llegues y
convencerme de que todo sigue aunque te quedes donde estás ahora. Soñar que
mañana relataré lejanas historias mientras vuelvo a la ironía de la ignorancia.
Diseñando y describiendo al detalle el camino de huída mientras la delgada
línea que separa la realidad de mis deseos se alarga. Mi mano derecha.
Y no
soy capaz de dejar atrás ningún equipaje. Ninguno. Dándome cuenta de que en
algún momento dejé de escribir para mí y lo hice para ti.
De
nuevo, aquí tienes otra carta de mamá.
Me gusta tu descripción del alma por compartimentos, es, simplemente ¡genial!
ResponderEliminarHoy tus dedos no te han traicionado (bendito Google+ que nos da a conocer)
Tienes una seguidora más...¡ánimo!
Aynn que sensible! Que se me escapa una lagrimilla! Gracias y totalmente de
ResponderEliminarAcuerdo. Paquito bendiga a Google + y a sus lectores
Buenísimo me encanto, en que o en quien te inspires demos gracias!!!
ResponderEliminarMuchisimas gracias Penny, me encanta que te encante jajaja Eres bienvenida. un abrazo.
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