Cuestión de Suerte


Podemos entender la suerte como un encadenamiento de sucesos que es considerado como casual o fortuito. Quienes creen en la suerte, sostienen que las condiciones de vida pueden depender del destino o de la existencia y utilización de amuletos.


¿Tú qué crees? Yo te cuento lo que sé.

Lo que yo sé es que cada persona sigue su camino, marcado por sus propios criterios, normas, prioridades, valores... En ocasiones, este recorrido nos acerca o aleja de los que tenemos alrededor. Unos entran y otros salen en un proceso natural siempre que no se enmarque en un hecho conflictivo o secante. Lo que no deja de ser natural pero pasa a ser incómodo o indeseable. (A veces cuando me leo parece que sé de lo que hablo). En definitiva, imaginemos que en determinado momento estos caminos escogen entre rodear la colina por la derecha, hacerlo por la izquierda o escalar la cima con cuerdas y picas. Me gustaría pensar que las personas cuyos criterios, normal o valores coinciden... acaban escogiendo la misma opción a la hora de superar la colina. Si lo vemos así (y nos lo creemos), ¿dónde queda la suerte? 

Ni jodida idea.   

Pero creo que si sembramos desastre, deberíamos recoger desastre. Si vamos a malas el mundo nos debería responder con hostias como ruedas de camión. Pero ese equilibrio no es constante, e aquí el quit que define la suerte como lo casual o fortuito. Lo inesperado. Por eso la suerte tiene poco que ver con la justicia o la equidad. Eso sí, demos gracias al Karma que nos hace pensar que si la justicia divina llega a deshoras, la humana  no aparece y nuestros esfuerzos se redoblan sin resultados... él se encargará de colocar cada persona en su lugar. Lo bonito de la vida es que nos da lecciones para que aprendamos a vivir, si no lo captamos a la primera nos da una segunda o tercera oportunidad pero sus métodos didácticos son cada vez más crudos, puro castigo proporcional a nuestra inhabilidad para escuchar sus charlas. En fin... confiemos en el Karma cuando la suerte no nos sonría y repitamos el mismo error por octava vez. Tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe.

Creo firmemente que hay que vivir el momento y dar todo cuanto tenemos cuando podemos. Hay periodos de dar y otros para recibir. Hoy me siento realmente afortunada y no solo es por mí, es por mis hijos. El fruto de mi vida, mi karma.  

Gracias a Dani y Elena por esto:




Sois una fuente amor inagotable, gracias por recordarme de donde sacar lo mejor de mí para querer porque sí. El amor de tío no va en la sangre, sois la mejor muestra de ello.

Gracias mi Emi por estar siempre a pesar de todo. Escribirte fue un regalo para mí y tú has respondido premiando a mis hijos, no hay mejor regalo y tú lo sabes bien. Desde lejos has dado más que muchos aquí cerca y el detalle es lo importante. Las emociones son lo que importa, siempre. 

No sé si lo merezco ni si es cuestión de merecer pero escribo esto para que cuando el amor se me agote recuerde que sé de donde extraer más y más. De dentro, está ahí siempre. No daña sacarlo, el dolor viene porque aún no sé aprender sin sufrir, no sé fluir lo suficiente.

¿Y escribir? ¿Para cuándo? Cuando recupere la fe. En ese momento volveré para escribir sobre la forma en la que la ira se convierte en fe a golpe de amor, paciencia y hormonas. Un saludo lector@s. 

PD: Esto de la maternidad me tiene de un sensible incontrolable. Ahora lloro, ahora río... pero no me voy a privar de nada. Lloro, río, me enfado, respiro, suspiro, vivo. ADELANTE.

¡Sed Felices, Princesas!


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